martes, 23 de noviembre de 2010

RAE: Puértolas

Solo siete mujeres, frente a más de mil hombres, se han sentado, o se van a sentar próximamente, en uno de los 46 sillones de los que consta la RAE desde su fundación en 1713. La fallecida Carmen Conde (1979) fue la primera mujer académica. Habían tenido que pasar casi tres siglos para que ingresara una fémina en esta docta casa. Le siguieron la también fallecida Elena Quiroga (1983), Ana María Matute (1996), la historiadora Carmen Iglesias (2001), la científica Margarita Salas (2002), y la filóloga Inés Fernández Ordóñez (2008), electa. La escritora Soledad Puértolas (2010), que leerá su discurso de ingreso, sobre los personajes secundarios de El Quijote, será la mujer número siete en ingresar en tan venerable institución.
En el estrado de tan digna institución, prácticamente solo había hombres, alrededor de una cuarentena, los —sabios académicos—, y tan solo tres mujeres: Ana María Matute, Carmen Iglesias y Margarita Salas. Algo insólito en estos tiempos.

Quizá es que las mujeres «seguimos siendo invisibles», como respondía la académica electa Soledad Puértolas en una de las entrevistas que le hicieron cuando ingresó en la institución, concretamente la que le hizo Emma Rodríguez en El Mundo del 29 de enero de 2010. Ante una pregunta de la entrevistadora refiriéndose a la RAE, Puértolas contestó: «Lo que sucedió en el pasado es comprensible, pero ¿cómo se explica la apabullante inferioridad numérica de mujeres en 2010?». Pues eso.

Al parecer no hay filólogas, ni escritoras, ni investigadoras, ni filósofas o científicas del lenguaje con conocimientos y categoría semejantes a los de los académicos. Será mejor no citar nombres, pero a nadie se le escapa que mientras disfrutan de un sillón algunos que apenas han dejado huella en el noble arte de la palabra, o esta es magra, muchas mujeres sabias no lo alcanzan y algunas ya nunca lo alcanzarán. Se pueden recordar, de entre ellas, a unas cuantas: Pardo Bazán, María Moliner, Rosa Chacel, María Zambrano, Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite, etcétera.

En definitiva, esta desconexión de la Real Academia con los tiempos que corren la paga toda la sociedad española, que recibe una proyección de lo humano cercenada. Pues se nos hurta la particular mirada de la mujer sobre la compleja realidad actual, lo que deja a oscuras ciertas zonas de nuestro mundo: cierta sensibilidad, ciertas emociones, ciertas vivencias, ciertas sensaciones, empobreciendo por esta ausencia de lo femenino la labor que lleva a cabo dicha institución. En realidad, esta situación consiste en dejar fuera de la RAE a la mitad de la población, con su mundo y conocimientos particulares.

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